En el siglo pasado antes de que existiera la televisión, era muy frecuente entretenerse yendo al teatro o espectáculos similares. Pero hubo uno muy especial llamado, McCarthy y su muñeco Edgar.
El muñeco tenía la misma estatura que un niño de 9 años. No importaba tu altura, tenía una mirada tan aterradora que penetraba la tuya. Portaba una sonrisa malévola que estremecía hasta el último trozo de tu piel.
La guinda del pastel la ponía McCarthy en los espectáculos, porque no movía los labios cuando era el turno del muñeco. Este espectáculo hizo que miles de personas huyeran, incluso dicen que muchas quedaron traumatizadas de por vida.
Con el tiempo encontraron el cuerpo inerte de McCarthy en su camerino, había recibido veintisiete puñaladas. Abrieron el baúl donde el hombre guardaba el muñeco. Encontraron el cuerpo sin vida y en descomposición de un niño. No se pudo identificar a quién pertenecía el cadáver.
En ese tiempo, en el de ahora y el de siempre, la envidia siempre está ahí, imagino que le mataría algún colega, porque le haría sombra en sus actuaciones.
ResponderEliminarEl muñeco? Yo pienso que era un niño, que le disfrazaban de muñeco.
Un saludo!!
Todo encaja en lo que opinas, pero el niño que dices... ¿Estaba vivo?
EliminarTodo es posible
ResponderEliminarPues si, no podemos dejar cerrada ninguna puerta. <3
EliminarQué mal rollo dan siempre estos muñecos. Un relato magnífico.
ResponderEliminarUn abrazo.
La verdad... si da mal rollo. No es recomendable como regalo de cumpleaños. Gracias por todo Rocío.
EliminarEl muñeco era un niño... Al sentirse utilizado se vengó y lo mató. Un saludo! Genial tus escritos!
ResponderEliminarBuena teoría ¡Gracias por comentar!
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